viernes, 17 de agosto de 2012


El santo, el loco, el bufón, el artista y el niño
II


Profesional de la locura, el bufón introduce en el mundo el espejo del pesimismo. Siembra pequeñas bombas capaces de dinamitar el orden normal.

File:Reynard-the-fox.jpgComo Siva en su baile, el bufón siembra el desorden para desequilibrar las certidumbres del mundo. Su universo es la duda constante y el constante equilibrio en la cuerda floja. Es verdad que la risa del bufón es al mismo tiempo una crítica moral, pero para ser un verdadero maestro debe ser capaz de reírse de su misma risa. Es entonces que el caos adquiere otro rostro. La máscara de la risa es la muerte y ese supremo sinsentido dice el bufón es la verdad de la vida y del mundo. La única verdad de la existencia es la risa del idiota porque sólo de esa risa es posible crear nuevos universos.

Como Siva en su baile, el bufón destruye al mundo anterior para permitir el germen de uno nuevo. Ni inferior ni superior al que le precede: diferente. La risa es, entonces, la semilla de donde habrá de formarse una nueva sabiduría. La crisis de los griegos; el Caos es una carcajada.

La risa es al mismo tiempo inocencia y crítica. Crítica porque empieza al descubrir el abismo y el sinsentido que aqueja a toda certeza; a toda convención. En el dogma ya está el absurdo que permite se dude y entonces la risa entra con sus martillos sonoros. La pedorreta, la mofa; nada destruye muros como la risa. El bufón busca y rebusca en los rincones de nuestro mundo el instante delirante; el vidrio roto del edificio de nuestro universo; la lepra en los muros de la cárcel en que estamos encerrados; la tela invisible en el traje del emperador que nadie se atreve a poner en duda. Además, lo dice. Su denuncia es la más eficaz de todas porque derriba toda la respetabilidad en la que se sustentan los cimientos de la sociedad y del orden.

Si los imperios se sustentan en la posesión de una verdad, ésa verdad lo es porque no sabe reír. Es una piedra sobre la cual construir; la risa le está vedada porque la risa dice que en este mundo nada vale tanto como la vida y que morir por algo que no sea ella es dar el precio más alto a lo inexistente. La muerte es la otra cara de la risa porque crítica a la vida misma y la descubre como la confusión entre lo alto y lo bajo, lo oscuro y lo brillante, lo estúpido y lo sabio; entre la vida y la muerte. La carcajada es una seriedad que no se toma en serio. Es el sabio que sabe jugar porque ha criticado al mismo vacío y lo ha enfrentado.
 
Al mismo tiempo el bufón, vestido de la negra melancolía, de la fúnebre apariencia del enterrador, es inocente. Sólo la voz del niño con sus vestidos blancos puede reír de lo que otros toman como inamovible.

Siva que baila mientras destruye mundos es al mismo tiempo el que levanta el polvo para que Brahma renueve al universo.

La confusión y el desorden son las palabras del bufón, la gran risa sagrada en el río; Dioniso confundiendo a las bacantes mientras las hace vivir en constante primavera a la orilla de los caminos. Sin embargo, de ese lúbrico desorden es del único lugar de donde puede nacer nuevamente la armonía. El universo vuelto a nacer de las cenizas que el fuego de la risa ha devastado es siempre el primero pues se ha liberado de los pesos que agotaban al anterior.

Si la crítica del bufón es capaz de derrumbar muros no es sino para que esos muros dejen ver los horizontes que nos impedían conocer.

Hay semejanzas entre el loco y el bufón. Ambos juegan con el mundo convencional; ambos han visto el abismo en el que se mecen nuestras certezas. Sin embargo el loco no ha podido regresar a este lado del espejo. La desesperación se ha apoderado de él e incapaz de reconstruir la puerta que lo llevó a esas dimensiones, se ha construido otra habitación que sólo él comprende. Su fragilidad es la de un mundo que se encierra en sí mismo y que se sabe sólo ilusión.

El bufón en cambio es un profesional de la histeria. Santo de cabeza, santo de un mundo donde la risa se ha convertido en palabra; trae a nuestro insípido universo un rostro en donde todas las verdades se han derrumbado. Ese es el regalo que el loco no puede dar y de hecho no concibe como tal. Esa es la locura sagrada que sólo el bufón entrega entre todos los que ven ese abismo. Una enfermedad, es verdad, pero una enfermedad que otorga la salud, pues sólo después de haber aceptado nuestra fragilidad es como podemos olvidar la sangre.

Se dice que el bufón está en contra de la sociedad porque se burla de ella; que su actividad es simple destrucción sin motivo. Pues bien, el motivo de la destrucción es la destrucción misma así como el motivo de la creación descansa en ella. Cualquier universo tan frágil como para ser incapaz de reírse de sí mismo no está sino condenado a la aniquilación más triste. Si no comprende la risa tampoco comprenderá jamás las lágrimas ni la inocencia ni el deseo.

Risa es deseo; risa es uno de los lenguajes del cuerpo.

Los brujos y sabios de muchos pueblos nativos de américa se convierten en bufones; sólo mediante el juego de palabras, de la burla del mundo conocido es posible hacer que hable el espíritu. Asimismo, las sentencias budistas o hinduistas se expresan con un lenguaje cómico. Diversos santos incluso dentro de la tradición cristiana hicieron de la risa un ejemplo de otro mundo.

¿Qué fue Diógenes sino un gran bufón que se cagaba en el mundo para despertarlo?

Al mismo tiempo que el bufón es el enterrador y el monstruo que disuelve los mundos, que arroja sus deshechos sobre todo lo respetado porque sabe que nada existe, es también el niño que juega. Porque sólo de los niños puede nacer ese otro mundo y lo primero que debe nacer es la inocencia y la risa.

La risa del payaso, la crisis que ésta provoca en el mundo, a diferencia del desequilibrio que causa la razón y la filosofía no busca establecer una verdad. Toda verdad para el bufón es risible. Todo mundo es motivo de juego y tan pronto inventa unas reglas, las deshace para crearse otras nuevas. Un verdadero bufón no es aquel que carece de reglas, sino el que a imagen del niño, crea un universo para luego cambiar a otro. Es la esencia del juego: la inocencia de quien destruye para luego crear. Pluralidad es el nombre de Caos. Su nombre es Legión.

La risa asusta a los moralistas porque disuelve sus certezas. Pone en evidencia sus errores; la verdad en occidente es una y la risa es siempre única. Su nombre es legión porque hay miles de hombres dentro del bufón y el niño. Hombre, mujer, tigre, pez, árbol y río. A todos encarna y sufre. A todos goza.
 
Su risa le permite el salto entre una realidad y otra. En verdad dentro del bufón están en germen los científicos, los moralistas y los filósofos. También ellos ponen en crisis al universo conocido. También ellos tienen hambre de más. Pero mientras la locura del payaso es rigurosa, la de sus hijos está ya mutilada. Quieren disolver las verdades para imponer otra. Una ciencia de la alegría, una filosofía del instante; una moralidad de la disolución sería lo que encontraríamos en el mundo de Pan. Y en el centro, la risa. Dios de todo: destrucción y regreso; rostro de mil maneras; la risa y el llanto.

El gran Pan ha muerto. Viva el gran Pan.


César Alain Cajero Sánchez

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